lunes, 17 de septiembre de 2012

Río+20, dos décadas de cambios

DESDE QUE SE realizó la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, el PIB mundial se triplicó (US$ 27,9 trillones, comparado con los US$ 82,9 trillones actuales); el acceso a la información escaló -un africano con acceso a internet dispone hoy de más información que la que contaba en ese entonces el presidente de EE.UU.-; la U. Europea pasó de proyecto a realidad cuestionada y el ánimo general pasó del optimismo del informe de la Comisión Brundtland a un pesimismo sostenido. Sin embargo, hay cambios muy positivos en el ámbito de la sustentabilidad en estas dos décadas. Estos tienen relación con el empoderamiento social - inimaginable en ese entonces después de Tiananmen-, la incorporación de evaluaciones de riesgo y mitigación ambiental en la mayor parte de las inversiones que acuden a financiamiento internacional, y el mejoramiento y control de las emisiones contaminantes locales. Sin embargo, el enfoque multilateral muestra como grandes fracasos el no poder establecer un sistema de regulación de emisiones de CO2 a nivel internacional; la falta de avance en la protección de la biodiversidad y la falta de conexión entre los gobiernos, las empresas y la sociedad civil. Ha sido muy poco visible en el discurso el cambio del rol de las empresas en los esfuerzos por construir un mundo más sustentable. Del tímido rol que jugó el Business Council for Sustainable Development en 1992, hoy tenemos empresas que construyen su identidad y su competitividad a partir de la sustentabilidad. En Chile esto no es excepción. Visiblemente, lo que nuestro país llevó al reciente encuentro de Rio+20 fue la propuesta de “impuestos verdes” focalizados en el reciclaje. Sin embargo, la historia escondida en Río fue provocadora desde el ángulo corporativo: una viña chilena demostrándole al mundo cómo el liderazgo se construye desde la acción. Concha y Toro no sólo lideró discusiones de sustentabilidad corporativa en los side events relevantes, sino que fue la primera en anunciar la certificación CO2 neutral de sus oficinas en Brasil y fue la encargada de deleitar con sus vinos ultra Premium el evento de inauguración de la Cumbre. Los mismos vinos que han unido a sus características organolépticas, atributos extendidos como la protección de la biodiversidad local de las cuencas donde se producen, o el favorecimiento de proyectos de reducción de emisiones de CO2 en nuestro mismo país. Tampoco se vio allá la rica discusión que unió a académicos de distintas sensibilidades con empresarios que pedían mayor sofisticación en el asunto de impuestos verdes en Chile, donde la introducción de tributos tipo tax and trade sobre la huella de carbono, que permitieran reducir emisiones y al mismo tiempo fortalecer el posicionamiento de nuestros productos de exportación fueron nota común de columnas de opinión durante meses. Ese proceso demuestra madurez y que el sector privado, cuando lo han dejado unir sustentabilidad con competitividad, diferenciación y eficiencia, es capaz de demostrarle al mundo un camino alternativo.

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